Seguro que sois unos cuantos lo que os habéis preguntado en algún momento qué es exactamente eso a lo que se le llama Arquitectura. ¿Es simplemente el hecho de construir un edificio? ¿o hay algo más detrás?
Muchos de los que llevamos años o incluso décadas dedicándonos a esta profesión, intentamos tener clara esta cuestión a la hora de ejercer la profesión, y es que la respuesta nos es tan directa ni es tan sencilla.
Vamos a ello 😉
La necesidad de la Arquitectura
Desde los inicios del ser humano, la necesidad de protección y cobijo ha estado presente, y es ese cobijo, debido a nuestra naturaleza creativa y creadora que nos define como especie, el que ha ido evolucionando y sofisticándose de manera inevitable con el paso de los siglos.
Las cuevas
La primera “guarida” de la que dispusimos fue aquella proporcionada por la propia naturaleza de manera natural: las cuevas. El problema de estas es que son oscuras, frías y húmedas, y fue cuestión de tiempo que buscáramos otras opciones donde estar protegidos de animales e inclemencias, pero al mismo tiempo gozar de mejores condiciones para el desarrollo de la vida.
La primera cabaña
Así es como probablemente apareció la llamada cabaña primitiva, termino acuñado por el teórico Antoine Laugier en el siglo XVIII, y que hace referencia a esa primera construcción realizada con nuestras propias manos, casi al inicio de nuestra civilización, manipulando un puñado de ramas y troncos.
Miles de años han transcurrido desde entonces, y muchas cosas han pasado en todo ese tiempo. Egipto, Grecia, Roma, Edad media, Renacimiento, Barroco, Revoluciones industriales, revivals, modernidad, etc., etc., etc.
La disciplina de la Arquitectura ha ido evolucionando junto al descubrimiento de nuevos materiales y técnicas constructivas, así como al desarrollo de la tecnología.
Además, si lo pensáis por un momento, la Arquitectura es fiel reflejo de la sociedad que la crea, y ha ido cambiando al mismo tiempo que lo hacíamos nosotros como especie a nivel cultural.
Debemos darle a la Arquitectura el lugar que se merece
Al final, todo este rollo es tan solo para darle a la Arquitectura la importancia que se merece. Está presente desde nuestros inicios, es inherente a nuestra especie y ha sido nuestra compañera durante miles de años. Gracias a ella, nuestras condiciones de vida son infinitamente mejores.
Vivimos en edificios y entre edificios, y la buena o mala Arquitectura nos afecta de manera directa. Aunque pensándolo bien, en lugar de buena y mala Arquitectura, simplemente diferenciaría Arquitectura, de aquello que no lo es, de aquello que probablemente se reduzca solamente a construcción.
Evidentemente hoy en día podemos dar por hecho que los edificios no van a caerse, que no van a tener goteras y que vamos a estar debidamente protegidos de la climatología. Todo esto es como el valor del soldado, se le supone. Estas cuestiones no son las que definen si un edificio es bueno o malo, ya que hoy en día, con todas las técnicas y materiales a nuestro alcance, es lo mínimo que debe exigirse.
¿ Y qué es aquello que debemos entender por Arquitectura?
Una de las primeras definiciones que se hicieron como tal, y además una de las más famosas por su sencillez y atemporalidad, la realizó un antiguo arquitecto y tratadista del Imperio Romano allá por el siglo I a.C. Su nombre era Marco Vitruvio y defendía, en su gran tratado “De Architectura”, que toda edificación para ser considerada Arquitectura debía reunir al menos tres cualidades: Firmitas (firmeza), Utilitas (funcionalidad) y venustas (belleza). Evidentemente, esta conclusión siguen siendo válidos hoy en día.
Firmitas
Que sea firme básicamente es que no se caiga. Con el avance de las técnicas y la ingeniería, hoy en día se puede sostener prácticamente cualquier cosa, por muy mal diseñada que esté. En pleno siglo XXI este requisito se puede cumplir relativamente fácil.
Utilitas
Que sea funcional quiere decir que realice correctamente aquello para lo que está pensado. Que la distribución sea correcta, que el tamaño de los espacios sea el adecuado, que la iluminación y ventilación sea la idónea, etc. Son cuestiones relativas al buen oficio de Arquitecto. Su éxito dependerá de la destreza del mismo, y del empeño y esfuerzo que ponga en ello, pero lo cierto es que no debería ser un problema para un profesional que ha estado muchos años preparándose para cumplir, entre otras cosas, con este tipo de requerimientos.
Venustas
Por último nos encontramos con el término más conflictivo, la Venustas (belleza). Y es que, ¿qué es la belleza? Ay madre mía, en menudo jardín nos hemos metido…
Alcanzar la Belleza en la construcción
Sin duda es un aspecto subjetivo, pero no se me ocurriría clasificar la Belleza dentro de simplemente un apartado estético.
La belleza en arquitectura (como en otras disciplinas) se parece más quizá al hecho de generar un especial interés al contemplar, habitar, sentir o incluso estudiar, en este caso, un edificio. Bien es cierto, que para un ojo más experimentado esto puede ocurrir simplemente al observar una maqueta, un plano o un simple dibujo.
Y ¿esto por qué sucede? Ocurre cuando un edificio es sugerente, cuando se sale del simple hecho de no caerse y de no tener goteras, para querer contarnos algo más.
Este algo más, siempre es por la suma de muchos factores y del contexto del proyecto, pero podrían ser cuestiones como la escala y la adecuación al entorno (Casa alle Zattere en Venecia de Ignacio Gardella), el uso acertado e interesante de según qué materiales o sistemas constructivos (Almacén para Ricola en Baselstrasse de Herzog and De Meuron), resolver además con el propio proyecto una determinada situación urbanística (The economist Building de Alison y Peter Smithson), la calidad espacial (Can Lis de Jorn Utzon), el gusto por los detalles (Magney house de Glenn Murcutt) o incluso, en proyectos muchos más ambiciosos, proponer una arquitectura “innovadora” que responde a toda una teoría respaldada por años de investigación y estudio (Edificio Kunsthal de Rem Koolhaas).
Se debe aclarar que ningún proyecto es “bello” solo por un motivo. Normalmente se debe a un conglomerado de hechos, pero los ejemplos que he puesto anteriormente en mi opinión destacan en cada uno de esos aspectos.
Nuevas definiciones de Arquitectura
A lo largo de la historia ha habido muchas definiciones más, pero como el objetivo no es aburriros, pasamos a una de las definiciones más famosas de la época reciente, formulada por el gran Le Corbusier.
Este arquitecto suizo, definió en 1920 a la arquitectura como el “juego sabio, correcto y magnífico de volúmenes bajo la luz”.
Es una definición, si bien valida en su contexto, parcial en la actualidad. Alude excesivamente a la arquitectura, quizá por su faceta de pintor y escultor, como un arte plástico y puramente visual, y en realidad hay mucho más detrás, empezando por sus propios proyectos.
Por otro lado, Bruno Zevi, un importante teórico italiano, centró el foco en el espacio interior, defendiendo y argumentando en su famoso libro “saber ver la arquitectura” que eso es lo verdaderamente importante.
Algo así pensaba también el gran Alejandro de la Sota, uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX, que decía que la buena arquitectura es como las piñas, lo bueno siempre está por dentro.
Ya en pleno siglo XXI, Juhani Pallasmaa, un influyente crítico arquitectónico del presente siglo, en libros como “Los ojos de la piel” o “La mano que piensa”, realiza una definición mucho más holística, entendiendo que la arquitectura es una disciplina que afecta a todos y cada uno de los sentidos, e que incluso tiene la capacidad de jugar con nuestra memoria y nuestros sentimientos más profundos.
Hay infinitas definiciones y aproximaciones más, casi tantas como arquitectos, pero creo que las aquí mostradas son clave por su importancia para comprender de la mejor manera posible aquello de lo que estamos hablando sin morir en el intento.
Algunas conclusiones
En definitiva, cuestiones como los materiales empleados y las técnicas constructivas, la luz, el espacio, por supuesto su apariencia formal, la organización, el correcto funcionamiento del edificio, el gusto por el detalle, la capacidad innovadora y propositiva… son todas ellas importantes y terminan definiendo el éxito o no de un proyecto de arquitectura.
Por desgracia, poco de lo que vemos en nuestras calles es verdaderamente arquitectura.
No hemos conformado como sociedad con aquello que comentábamos al principio: Que no se caiga, que no nos entre el agua, y que estemos protegidos de tiempo. Es una lástima que nos conformemos con lo mínimo.
Ah, se me olvidaba, ahora que se habla mucho del término Passive House o Casa Pasiva. Este certificado u otro similar, no significan por sí mismos que sea un gran proyecto de arquitectura. Significa simplemente que su consumo energético es nulo o casi nulo. Ojo, que eso está muy bien, pero debe ofrecer otras cosas para que resulte interesante desde un punto de vista arquitectónico. Podemos ver innumerables viviendas pasivas que solo se diferencian de otras viviendas «mediocres» en que cuentan con mucho más aislamiento y con instalaciones más eficientes, pero nada más.
También podemos ver otras que te venden una imagen super-espectacular , pero me temo que luego mucho ruido y pocas nueces. Son arquitecturas carentes muchas veces de reflexión, centradas en la imagen y atrapadas por ella, y terminan padeciendo de una enorme superficialidad. Esto es precisamente lo más sencillo y rápido de conseguir. Lo cierto es que lo más complicado es llegar producir arquitectura de verdad. Requiero de mucho más tiempo, pasión, investigación, estudio y esfuerzo de lo que la gente se puede imaginar, pero es sin duda aquello a lo que debemos aspirar.
Por contra, existen inumerables ejemplos de proyectos sosegados, tranquilos y «humildes» en los que se respira arquitectura por todos sus poros.
Pero de mi querida Arquitectura de la Humildad ya hablaremos otro día.
Espero haber aclarado algo. Gracias por vuestro tiempo.